La guerrilla es una forma de lucha contra el
orden establecido que viene de lejos. En el Estado español es bien
conocida con ese nombre hasta los tiempos de la dictadura del general
Franco.
Guerrilleros fueron los llamados “maquis”, militantes anarquistas como Wenceslao Jimenez Orive, Ramón Vila Capdevila, Marcelino Massana, Cesar Saborit, Francisco Sabaté Llopart o José Lluís Facerías, que hasta 1963 continuaron el combate contra el fascismo y el capitalismo iniciado el 18 de julio de 1936, cruzando continuamente la frontera francesa en dirección a Barcelona cargados con mochilas llenas de armas, propaganda y material de imprenta para las publicaciones clandestinas.
Otros grupos como el de Francisco Ponzán Vidal, asesinado por la Gestapo en Francia el 17 de agosto de 1944, ayudaron a evadirse, en colaboración con los aliados, a miles de judios y otros perseguidos del régimen nazi.
Todos ellos sin excepción fueron acusados de “terroristas” y “bandidos” por los medios de comunicación del régimen de Franco.
Años antes también fueron considerados “terroristas” y “bandidos” hombres de acción del anarcosindicalismo catalán como Buenaventura Durruti, Ricardo Sanz, Aurelio Fernandez o Juan García Oliver, miembros de los grupos “Los Solidarios” y “Nosotros”, autores de las muertes del gobernador de Bilbao Regueral y del Cardenal Soldevilla (implicados en la creación de los grupos de pistoleros de la patronal responsables del asesinato de Salvador Seguí y de decenas de sindicalistas entre los años 1918–23).
“Los Solidarios” fueron también los autores del asalto al Banco de España en Gijón y del intento de dar muerte al Rey de España Alfonso XIII en 1926.
Estos mismos hombres de acción posteriormente estuvieron a la vanguardia de las fuerzas populares que en la calle detuvieron el golpe de estado fascista del 18 de julio de 1936, que desencadenó la más profunda revolución anarquista que haya visto nunca hasta la fecha la humanidad.
“Pistoleros” fueron llamados también militantes anarquistas como Pedro Mateu, Ramón Casanellas y Lluís Nicolau, que dieron muerte al presidente del gobierno Eduardo Dato en 1921, responsable del asesinato de decenas de detenidos sindicalistas en Cataluña y otras regiones mediante la aplicación de la “ley de fugas”.
Muchos otros “pistoleros” (en realidad, militantes de la CNT) actuaron en ese periodo (1918-1923) enfrentándose con las armas en la mano a los patrones que se negaban a aceptar las justas reivindicaciones obreras de aquellos años (jornada laboral de 8 horas, aumentos de salarios, condiciones de vida dignas) en una lucha que dejó centenares de muertos en ambos bandos.
“Gangsters” llamaron los medios de comunicación y buena parte de los grupos de oposición democrática a Salvador Puig Antich y a Oriol Solé Sugranyes, miembros de los MIL-GAC (Movimiento Ibérico de Liberación – Grupos Autónomos de Combate), grupo que colaboró con las luchas obreras recaudando fondos mediante las expropiaciones a Bancos y realizando ediciones de textos de formación para la clase obrera.
Puig Antich fue asesinado por el fascismo mediante el garrote vil el 2 de marzo de 1974; Oriol Solé fue asesinado en las cercanías de la frontera francesa por la Guardia Civil, disparándole cuando se encontraba de espaldas y desarmado tras la espectacular fuga por las alcantarillas de la cárcel de Segovia de una treintena de presos políticos en abril de 1976.
Tras sus muertes fueron reivindicados como “mártires” de la causa antifascista por buena parte de la oposición democrática que no quiso colaborar con ellos en vida por sus posiciones netamente anticapitalistas.
El periodo de la “transición a la democracia” tras la muerte de Franco el 20 de Noviembre de 1975 no mejoró la situación; el tres de marzo de 1976 cinco obreros mueren y decenas más son heridos de bala por la Policía Armada española en la ciudad de Gasteiz (Vitoria). ¿Su crimen? Participar en una asamblea pacífica en el marco de una huelga que duraba tres meses. La prensa española y los portavoces del gobierno hablaron de la “violencia” de los obreros para justificar su alevoso asesinato.
188 personas fueron asesinadas en el periodo 1975–83 por la Policía y los grupos terroristas fascistas. Muchos de estos crímenes quedaron impunes.
Agustín Rueda Sierra, compañero anarquista y autónomo que fue detenido en 1978 mientras cruzaba la frontera desde Francia junto a otro compañero portando unos explosivos (continuando de esta forma la lucha de los “maquis”) fue torturado hasta la muerte por los carceleros de la prisión de Carabanchel (Madrid) el 13 de marzo de ese mismo año, tras descubrirse en el interior de la prisión un túnel que iba a servir para la fuga de los miembros de COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha), organización asamblearia creada por los presos sociales para reclamar amnistía y profundas reformas del sistema penitenciario.
En 1982 el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) llega a La Moncloa. En 1983 surge el GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), organización parapolicial responsable de secuestros, torturas y 23 asesinatos de refugiados vascos y ciudadanos franceses hasta 1987.
Altos cargos del gobierno socialista, policías y hasta un general de la Guardia Civil fueron condenados muchos años después por las actividades del GAL; sin embargo, de los centenares de años a los que fueron condenados solo cumplieron una mínima parte, estando actualmente en libertad la mayoría de los condenados por el terrorismo de Estado.
Tampoco hubo condenas para los que asesinaron con 113 disparos de sub-fusil a cuatro miembros de los C.A.A. (Comandos Autónomos Anticapitalistas) en la emboscada y fusilamientos de Bahía de Pasaía el 22 de marzo de 1984. La versión oficial habló de “tiroteo” entre “terroristas” y Fuerzas de Seguridad. Así es la calidad de nuestra democracia.
Desde el 11 de septiembre del 2001 la lucha contra el “terrorismo” se encuentra en el epicentro de las políticas de represión y criminalización de la resistencia en general, sea pacífica o no. Es obvio, pues, que las leyes y políticas “anti-terroristas” son aplicadas para defender el Sistema económico, político y social vigente.
Son los poderosos, y sus portavoces oficiales en los medios de comunicación, los que determinan que es un “acto terrorista” y que no. Para ellos, para vosotros, los bombardeos de la OTAN, las políticas económicas que condenan a la esclavitud a millones de personas en el mundo o las brutalidades policiales no son actos de terrorismo, y si lo son los actos de resistencia a esta barbarie o la mera intención de hacerlo.
Estamos orgullosos de la historia de lucha y resistencia del movimiento libertario-anarquista, y no renegamos ni de los hombres de acción, ni de la guerrilla. No les consideramos “terroristas”. Les recordamos como compañeros que dieron lo mejor de sí mismos en la lucha contra el capitalismo y el Estado, en la lucha por la liberación de la clase oprimida a la cual pertenecemos.
Hoy en día, el capitalismo ha vuelto a mostrar su auténtico rostro criminal y anti-popular. Bajo el yugo de las políticas económicas neoliberales, muchos están volviendo a sufrir condiciones de vida intolerables. Muchos también están volviendo a descubrir la cortina de humo que esconden los términos “terrorismo” o “violencia”, lanzados desde arriba como arietes contra los movimientos de lucha que surgen hoy en día.
En este sentido, yo y otros compañeros libertarios-anarquistas, consideramos plenamente válidas las motivaciones por las que Lucha Revolucionaria ha pasado a la acción. Les consideramos como dignos herederos de un amplio movimiento de lucha, en Europa y fuera de ella.
Herederos de las luchas de nuestros “maquis”, nuestros milicianos y nuestros hombres de acción, herederos en la idea de combatir por todos los medios al capitalismo criminal, herederos en la idea de una sociedad más justa e igualitaria, donde la explotación y la injusticia sean abolidas.
En el estado español, la figura de Nikos Maziotis es bien conocida en los medios libertarios-anarquistas desde el año 1999, por el movimiento de solidaridad generado tras su arresto por el fallido atentado contra el Ministerio de Industria y Desarrollo, movimiento en el cual yo y otros compañeros participamos mediante la difusión de comunicados.
En la actualidad, otro movimiento de solidaridad similar se ha creado con la organización Lucha Revolucionaria, tras el asesinato de Lambros Foundas y los arrestos. He tenido la suerte de conocer este año a los compañeros Nikos, Pola y Kostas, y desde luego están a años-luz del estereotipo del “terrorista” sanguinario con el que nos bombardean los media.
Por esto también les consideramos herederos en la distancia, ya que nosotros, la clase oprimida, los trabajadores, los excluidos, no tenemos patria: nuestras aspiraciones, nuestras luchas y sueños de libertad son los mismos en el Estado español, en Grecia o en la América latina: mismo es el enemigo en este mundo globalizado, y misma es la respuesta popular, que no se frena ante su criminalización y su represión.
Así, la solidaridad con los imputados en este proceso es parte integrante de la lucha internacional contra el Capitalismo y el Estado; un nuevo capítulo de la lucha individual y colectiva contra el dominio y la autoridad.
Y, desde nuestro punto de vista, no solo como libertarios-anarquistas sino también como excluidos y explotados, nuestra lucha es justa y necesaria, y solo puede ser juzgada por nuestros iguales. ¡Viva la lucha revolucionaria!
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