viernes, 5 de agosto de 2011
Antes y después: así se pudre Montes en la cárcel
Miguel Montes, el preso común más antigo de España, actualmente (i. Foto de Luis Gaspar) y en enero de este año (d. Foto de Efe).
El suyo es el rostro de la huelga de hambre. Las cuencas de los ojos hundidas, los ojos incrustados en la calavera que ni se perciben por entre las ojeras, los surcos en las mejillas, paréntesis una boca enferma, el brazo famélico, la muñeca mínima abrazada por una correa de reloj a la que ya no le quedan agujeros para ajustar... Lo único de Montes que recuerda a Montes es el pelo gris y recio. Nada más. La suya es la imagen de la derrota física después de un mes sin comer en petición de su libertad. Desde el 6 de junio, el reo de 60 años, enfermo del riñón, ha perdido más de 17 kilos y estos días se pudre en la enfermería de la prisión de Huelva, a la espera de su traslado a Granada. En un mes, la muerte se ha asomado a su cara.
"Se nos va. Haced algo". Firma el feroz SMS Encarnación, la hermana de Miguel Montes, el preso más antiguo de España, que ha decidido ir hasta el final de su propia vida a cambio de una libertad que perdió hace mucho tiempo. Hace 46 años. Es el español que más tiempo ha pasado en la trena o escapado de ella, desde que con 16 años entrase en el trullo. La primera condena oficial le llegó en el 76. Luego vinieron decenas de delitos, ninguno de sangre. Robos, drogas, retenciones ilegales... Desde hace cuatro décadas deambula por las celdas de las prisiones de todo el país, al margen de los 1.400 días en el espejismo de la libertad que le arañó a sus condenas en cinco fugas. Si no se vuelve a escapar, podría salir en 2020. Ahora lucha porque se refundan algunas de sus condenas y se tengan en cuenta los años de prisión provisional que ha pasado entre rejas. Si hubiera asesinado a una persona, hubiera cumplido condena, hubiera salido, matado de nuevo y vuelto a cumplir condena, ya estaría paseando por Málaga con sus dos hijas en libertad. Contradicciones de la justicia.
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