lunes, 21 de noviembre de 2011

Dos muertos más en el centro de exterminio de Albolote, Granada. Agonía en el presidio.

Dos internos del Centro Penitenciario de Albolote (Granada) han fallecido en las dos últimas semanas por causas que aún se desconocen, aunque todo apunta a “una sobredosis de medicamentos”

La primera muerte se produjo el día 1 de noviembre en el módulo de ingreso y la segunda se ha registrado esta misma semana en el módulo cuatro. Los cuerpos sin vida de estas dos personas fueron descubiertos durante uno de los recuentos de internos que se hacen periódicamente en la prisión. Ambos fallecidos presentaban “síntomas de sobredosis” y las mismas fuentes consideran que los internos pudieron acumular de manera ilegal alguna medicación que se les estuviera suministrando a causa de una patología o secuela psicológica.






Agonía en el presidio

¿Qué tragedia personal había tras estos dos hombres? ¿Por qué habían sido condenados? ¿Era la primera vez que los grillaban?
En quince días, dos presos han muerto en la cárcel de Albolote por causas no naturales. La información está envuelta en el misterio. “Todo apunta a que fue por una sobredosis de medicamentos”, explica. ¿Sobredosis de qué medicamentos? ¿Ha sido accidente o suicidio? Otro de los escuetos datos ofrecidos es más siniestro aún: ¡sólo se apercibieron de las muertes durante el recuento! Es decir, dos personas habían fallecido ante la indiferencia general.
La noticia resulta inquietante. ¿Qué tipo de cárcel es ésta? Apesta a sombría trena, a cruel garigola de épocas pretéritas. ¿Pueden morir dos presos en circunstancias tan extrañas y que no haya una sola fuerza política que pida explicaciones ni periodistas que colapsen de llamadas la centralita del presidio? Debe de ser el ansia que tenemos los españoles de encarcelar a nuestros semejantes por la más mínima falta. Como comentaba un inhumano lector en la noticia digital de IDEAL: “Así hay dos bocas menos que chupan del bote”.
Con las leyes zapateriles, que imponen cárcel por trivialidades, nadie está libre de la gayola. Ya no existe quien no tenga entre sus amigos o familiares a algún preso político por razón de género. Cientos de miles que están en la cárcel por denuncias falsas o por haber alzado un día más de la cuenta la voz, y resulta que se encuentran algo inconmensurablemente más atroz: la gelidez, el desdén, el relegamiento, el abandono y la crueldad. Lo mismo que la pena intenta paliar, pero elevado a la enésima potencia.
La única explicación de la autoridad carcelaria es una pueril hipótesis: que “los internos pudieron acumular de manera ilegal alguna medicación que se les estuviera suministrando a causa de una patología o secuela psicológica”. ¡Por los cielos, no puede haber mayor vaguedad! Ni siquiera es seguro lo que se afirma. ¿Estaban tomando o no medicación? ¿De qué secuelas psicológicas hablan? Porque si las hay, ¡entonces puede muy posiblemente haber sido suicidio! El desconocimiento de lo sucedido es tan profundo que los responsables deberían ser fulminantemente cesados.
Por lo demás, la información miente. En una cárcel saturada, con dos reos por celda, ¿nadie reparó en los moribundos? En un alarde de inocencia, la nota resalta que uno de ellos estaba en el módulo de ingreso. ¡Pero resulta que en este módulo no se puede permanecer más de cinco días! ¿En tan corto espacio pudor reunir medicamentos suficientes para una sobredosis? La información suscita sombrías sospechas.
Mañana puedes ser tú. O un familiar o amigo. ¿Es propio de una democracia que un reo pueda morir oscuramente mientras cumple su pena? ¿Y que los responsables se encojan de hombros? No sé las culpas de estos dos hombres, pero sé que eran dos hombres. Y me llega su dolor. Un inmenso dolor.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 15 de noviembre, 2011

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