Los agentes aseguran que los altos mandos de la
prisión lo sabían. Cao amenazó al doctor de la cárcel por dar fe de la
paliza que dió a un preso.
«Era vox populi lo que ocurría en la cárcel», afirmó de manera tajante el inspector Jefe de Homicidios de la policía nazional que se encargó de instruir las diligencias de la operación KO. Resumió con esta afirmación que funcionarios y altos mandos conocían las maquinaciones de las dos mafias, presuntamente, lideradas por Antonio Cao y Mario F. entre 2002 y 2008.
A juicio de los agentes, sabían que estos funcionarios distribuían droga y teléfonos móviles, que se hacían pagos con dinero o con sexo, se acosaba a quien se interponía en sus planes o se propinaban palizas a los reclusos. Los cinco acusados se enfrentan a delitos de cohecho, tráfico de drogas, coacciones, atentado a la autoridad, abuso de funciones públicas, obstrucción a la justicia, revelación de secretos o abuso sexual.
«Si alguien se cruzaba en su camino, se ponía en marcha el hostigamiento», afirmó otro agente ante el tribunal en referencia a Antonio Cao. «Primero, llamadas molestas y con insultos. O amenazaban directamente. Otras veces enviaban cartas intimidatorias o llenas de mentiras. Te pintaban la puerta de tu casa o te la llenaban de excrementos», explicó el funcionario policial. Todo con el objetivo de lograr que el enemigo de turno se acogiese a la baja psicológica o se marchase de la isla.
«Siempre les salía bien», añadió el agente. Y puso como ejemplo a Asier, el médico de la enfermería, que solicitó el traslado a otra prisión porque no soportaba la presunta presión de Cao, según el policía. El facultativo de la prisión firmó un parte donde daba fe de la paliza a un interno a manos de Cao.
De ese parte salieron dos expedientes disciplinarios y empezó, según los testigos, el inicio de las llamadas y amenazas que terminaron con el traslado del doctor a otro destino. Según los policías, miembros del sindicato intentaron disuadirle de cualquier enfrentamiento con Cao. «No entiendes nada, acabarás en Son Dureta», recuerda un policía que le recomendaron al doctor. Los agentes también coincidieron en definir las motivaciones de los dos grupos.
«Cao se movía por dinero y poder», afirmó el policía, «mientras que Mario F. lo hacía por drogas y sexo», en clara alusión al encaprichamiento de este funcionario con un preso al que según el escrito de Fiscalía, llegó a practicarle una felación a la que el recluso accedió por miedo a las represalias. En registros domiciliarios, un agente aseguró que aparecieron las cartas que Mario F. remitía a Esther, la novia del recluso del que estaba enamorado. «Estoy afilando el cuchillo de trinchar pavos (...)», recuerda el agente que contenía una de las cartas. «Vas a acabar como los judíos en Alemania, con el pelo rapado al cero», recoge el escrito de Fiscalía que también le dedicó. Según este documento, Mario F. quería que Esther abortase el hijo que esperaba de J.
Las misivas dirigidas, supuestamente, por Antonio Cao a este diario también aparecieron en los discos duros del funcionario, así como todos los recortes de el mundo (fuente de esta noticia)/-El Día de Baleares. También poseía un listado de todos los funcionarios de la prisión y carpetas sobre temas específicos.
Las filtraciones a la prensa, orquestadas presuntamente por Cao y Antonio P.M., empezaron cuando el entonces director de la cárcel, Juan Fernández Díaz, expulsó a Cao del módulo donde operaba tras conocer oficialmente sus idas y venidas. También utilizó este método para quitarse a su directo competidor a la hora de entrar mercancía en la cárcel, Mario F., de en medio. Por eso, según los agentes, filtró a este diario el presunto abuso a un preso.
Pero junto a la presunta campaña de desprestigio, Cao volvió a utilizar el envío de cartas. En este caso, un paquete con un corazón de animal putrefacto. La denuncia del macabro recado desencadenó las investigaciones que destaparían de manera pública los presuntos abusos.
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